jueves, 26 de noviembre de 2009


¿POR QUÉ LAS ESCOLTAS DE BANDERA ESCOLARES DEBEN SER DE 6 INTEGRANTES?

Histórico: La escolta como actualmente la conocemos tiene su origen en la intención que le General Porfirio Díaz tuvo de honrar la memoria de los Niños Héroes de Chapultepec, la escolta mexicana simboliza su gesta heroica, es aquí donde encontramos con agrado que nuestra escolta es rica en tradiciones y desgraciadamente instituciones del gobierno Mexicano, han deformado tan tradicional como lo es la Escolta de Bandera Nacional exigiendo a los planteles educativos integrar escoltas de solo 5 elementos, manteniendo la errónea idea de diferenciarla de la escolta militar que siempre utiliza SEIS elementos. Pero la escolta no debe perder su origen que es puramente militar, ni su simbolismo histórico.

- Situación Actual: En toda la nación las escoltas escolares tienen SEIS integrantes, los diferentes presidentes incluyendo al actual Felipe Calderón, cuando abanderan contingentes los hacen con escoltas de SEIS integrantes.

- Situación Sep: En toda la nación las escoltas escolares trabajan con 6 integrantes, solo en el Distrito Federal se hacia con CINCO elementos, pero cuando el presidente de la República tiene que abanderar alguna escolta escolar, incluso de las emanadas de nuestros concursos; Gobernación y Sedena nos obligan a SEIS elementos.

Desarrollo Motor: Primero pedagógicamente la carga de trabajo para uno solo alumno es mucha, si tomamos en consideración que las escoltas escolares son desde preescolar hasta secundaría. Por anécdotas de maestros nos hemos encontrado que muchos escolares que hacen la función de abanderado y comandante a la vez han claudicado a una semana del concurso.

- Marco de Ley: Esta tiene muchas lagunas ya que solo menciona en su artículo número 25 lo referente a entrega oficial de Bandera a organizaciones o instituciones civiles; no habla de protocolos los lunes, de concursos y de otras muchas ceremonias escolares que no están en el marco de la ley, pero que se han hecho una tradición en las escuelas del país, además la misma ley nos da flexibilidad. Por ejemplo la ley menciona, si la entrega tiene lugar a campo abierto, formará en línea de 3 filas en orden de revista, pero también menciona que si la ceremonia se efectúa en un saló, patio o cualquier otro sitio que no reúna las condiciones necesarias, el personal de la organización podrá adaptarse a las condiciones del lugar, así que eso nos da flexibilidad. Ahora el artículo 25 en su párrafo tercero dice así: Si hay banda de guerra, se mencionará tocar atención, a cuyo toque de abanderado, escoltado por cuatro miembros (No dice hasta 4 miembros) designados con anterioridad, se colocará frente al encargado de entregar la bandera. Si no hubiere banda de guerra, los toques serán sustituidos por las órdenes de: "Atención" y "Escolta" "Paso Redoblado"., la ley no dice quién en lugar del Corneta de Ordenes dará estas órdenes, en todo el país se ha interpretado que es el comandante, o sea el SEXTO elemento quién dará las ordenes, menos en la SEP del Distrito Federal.

- Tradiciones: Es la Historia la que nos reclame los SEIS elementos, además es estos dos años de talleres de unificación a los profesores encargados de las escoltas el clamor general pide SEIS elementos, muchos de ellos trabajan en el estado de México y en Distrito Federal al mismo tiempo, todos nos preguntamos, es la ley o su interpretación, pero si toda la nación ha interpretado de una manera y las autoridades de SEP D.F. de otra hay una incongruencia total, no sería bueno que en lo que respecta a Honores a la Bandera estuviera ya toda la Nación Unificada, y si la tradición Histórica y el resto del país están con seis elementos, no podríamos en el D.F. ser un poco mas humildes y congruentes y trabajar al ritmo de toda la Nación e interpretar en la misma forma en que lo hacen el resto de los estados y si hay que sancionar alguien, tendríamos que empezar por el Presidente de la República, ya que en todos sus actos de abanderamiento hemos visto SEIS elementos.

miércoles, 25 de noviembre de 2009



CAMARGO


Denominación
Camargo

Toponimia

En 1897 se le otorgó el título de ciudad y se le dio el nombre actual de Camargo en honor al insurgente Ignacio Camargo.


Escudo

En su parte superior aparecen los términos: TRABAJO 1792 NOBLEZA, que representan el lema de la ciudad, escritos sobre el perfil de la serranía inmediata al río Conchos. En el centro va la figura de un español a caballo y abajo el edificio de la presidencia municipal y la cabeza de un tarahumara tocado con collera, visto de perfil, ambas figuras flanqueadas por chimeneas que simbolizan la industria.

La parte inferior se demarca por los ríos Conchos y Florido, que confluyen donde brota un árbol de nogal y, ya unidos desembocan en la cruz, dibujada sobre un sol en el que aparecen flechas apaches, simbolizando así, el despoblamiento del antiguo asentamiento de la región por el ataque de estos grupos indígenas. Debajo de cada uno de los ríos se representa a la agricultura, con una mazorca de maíz y a la ganadería, con una cabeza de ganado bovino.

Fuera del contorno del escudo, en su parte inferior se dibujan dos espigas de trigo; sobre el ápice la leyenda: SANTA ROSALÍA DE CAMARGO.


HISTORIA
Reseña Histórica
Los terrenos situados debajo de San Francisco de Conchos hasta la confluencia de los ríos Conchos y Florido, fueron denunciados por Francisco Escárcega el 12 de junio de 1687, ante el Gobernador de la Nueva Vizcaya, don José de Neyra y Quiroga y en 1740 se fundó el pueblo por los misioneros que ocuparon el estado.

Los ataques de los apaches hicieron que sus habitantes abandonaran el lugar, pero se repobló el 25 de noviembre de 1797 con el mismo nombre de Santa Rosalía, que había tenido antes, por el capitán José Manuel Ochoa, atendiendo órdenes del general Pedro de Nava, Comandante General de Provincias Internas. La fundación se verificó con 28 vecinos procedentes del presidio de Conchos, lugar al que estuvo sometida la región durante la Colonia hasta que en 1820 obtuvo la categoría de municipio al restablecerse la Constitución española de Cádiz; en 1826 formó parte del partido de Rosales; en 1837 de la subprefectura de Jiménez; en 1847 del cantón Jiménez; en 1859 del cantón Camargo y de 1887 a 1911 perteneció al distrito Camargo. En 1897 al cumplir 100 años de vida, por gestiones del diputado camarguense don Pedro Carbajal, el Congreso local le otorgó el título de ciudad con el nombre de Camargo en honor del caudillo insurgente Ignacio Camargo, fusilado en Chihuahua el 10 de mayo de 1811.

A principios de 1645 se sublevó la tribu de los Conchos; y atacaron al pueblo de San Francisco de Conchos el día 25 de marzo, en donde dieron muerte a los misioneros franciscanos frailes Tomás de Zigarán y Francisco de Labado que servían la misión; quemaron la iglesia y la casa cural. Enseguida atacaron el pueblo de San Pedro de Conchos, de donde el misionero salió ileso y se refugió con los jesuitas a Satevó. De Atotonilco, hoy Villa López fueron retirados los padres y españoles allí radicados; pero no fue posible evitar que quemaran el convento y el templo.

El general Francisco Montaño de la Cueva dirigió la campaña en contra de los sublevados y enseguida otorgó la paz y los asentó en los pueblos de donde se habían alzado; pero ahorcó en el valle de Allende a 13 de los principales responsables del alzamiento y de la muerte de los misioneros.

El 31 de agosto de 1860, el capitán Jesús Duarte con una sección de tropas liberales derrotó en Santa Rosalía al mayor conservador José Macías, quien dejó tirados sobre el campo 32 muertos y varios heridos. Estos huyeron a refugiarse al estado de Durango.

El 1º. de septiembre de 1876, el mayor José Perfecto Lomelín, pronunciado a favor del Plan de Tuxtepec, ocupó la plaza de Camargo, la cual se encontraba bajo las órdenes del gobernador Manuel de Herrera y de los guardias nacionales.

El 23 de abril de 1913, los generales constitucionalistas Manuel Chao, Rosalío Hernández y Maclovio Herrera, atacaron la plaza de Ciudad Camargo defendida por tropas huertistas al mando del general Manuel García Pueblita; fueron éstas derrotadas completamente, quedó entonces la plaza en poder de los asaltantes.

El 12 de diciembre de 1916, el general Francisco Villa atacó la plaza de Camargo, defendida por el general Rosalío Hernández con tropas del gobierno de donde fueron desalojados. Uribe por órdenes de Villa fusiló a todos los prisioneros.

MEDIO FÍSICO



Localización
Se localiza en la latitud norte 27º 41’, longitud oeste 105º 10’; con una altitud de 1,220 metros sobre el nivel del mar. Colinda al norte con Manuel Benavides y Ojinaga; al este con el estado de Coahuila, al sur con Jiménez y al oeste con San Francisco de Conchos, La Cruz, Saucillo y Julimes.

Tiene una distancia aproximada a la capital del estado de 145 kilómetros.

Extensión

Tiene una superficie de 16,066 kilómetros cuadrados, la cual representa el 6.50% de la superficie total del estado y el 0.82% de la nacional.

Orografía

Su territorio es generalmente plano, con serranías de corta elevación, dividido en dos zonas: la inmediata al río Conchos y la oriental integrada por el Bolsón de Mapimí y las llanuras de las montañas: Gigantes y Cristianos, cuyos terrenos resecos sólo tienen vegetación raquítica. La serranía de Santa Rosalía es la principal y en la porción oriental existen otras aisladas entre sí, denominadas Aguachile, El Berrendo, Mesteñosas, Almagre, Alamos y otras más.

Hidrografía

La hidrografía está subdividida entre el río Conchos, que penetra del municipio de San Francisco de Conchos y pasa al de La Cruz, después de recibir las aguas del Florido en las inmediaciones de la cabecera municipal y éste a su vez, las del río de Parral; la parte oriental corresponde al desierto que forma una cuenca cerrada, independiente de las diversas vertientes del estado, en donde las aguas pluviales se pierden por evaporación y por absorción en los terrenos resecos.

Clima

Se clasifica de semiárido extremoso; con una temperatura máxima de 41.7º C y una mínima de 14.1ºC.

La precipitación pluvial media anual en el municipio es de 363.9 milímetros, un promedio de 92 días de lluvia. Los vientos dominantes provienen del suroeste.

Principales Ecosistemas

Flora

Su vegetación está constituida por plantas xerófilas, herbáceas, arbustos de diferentes tamaños, entremezclados con algunas especies de agaves, yucas y cactáceas; leguminosas como huisache, guamúchil, quiebre hacha, zacates, peyote y bonete.

Fauna

La conforman: la paloma güilota y alas blancas, conejo, liebre, venado bura, berrendo, puma, gato montés y coyote.

Recursos Naturales

Entre los recursos que más sobresalen son: mineral de fierro y bentonita; también existen yacimientos de mármol, mica, caliza, caolín, yeso de sodio, plomo y manganeso.

Características y Uso del Suelo

El uso predominante del suelo es ganadero. La tenencia de la tierra en su mayoría es privada con 1,310,431 hectáreas, equivalentes al 88.3%. El régimen ejidal comprende 141,232 hectáreas que representan el 11.0%; a usos urbanos corresponden 1,632 hectáreas que significan el 0.12% del suelo total.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

A MIS MAESTROS


UN DATO INTERESANTE DE DON IGNACIO CAMARGO

Previo a la toma de la Alhóndiga privó el diálogo, la negociación y la democracia



El tiempo parecía detenerse en esa mañana inusual del 28 de septiembre de 1810: miles de ojos observan a detalle la entrada de dos jinetes, uno de ellos con un papel en mano. Los acompañan dos dragones y dos indios lanceros.

José Mariano Abasolo observó desde su entrada a la ciudad sitios de defensa armada, lugares para el ataque, concluyendo, quizá, que el enemigo estaba listo para la guerra, sobre todo, cuando vio atrincherada la Alhóndiga. Aquí no había rendición.

Él, don Mariano, deja al hombre correo y regresa para el parte preliminar a Hidalgo.

Abajo, el teniente realista Letrado le vendó los ojos al enviado insurgente para introducirlo al interior de la Alhóndiga de Granaditas. Portaba el papel firmado por el cura Hidalgo en el que se pedía al intendente Juan Antonio Riaño la rendición de la plaza.
El hombre, una vez vendado los ojos con varios nudos, da un apretón de mano al pliego y endurece el rostro. El teniente coronel de los insurgentes D. Ignacio Camargo camina con dificultad en el empedrado y ya en el interior se quita con fuerza la venda, demostrando aplomo, arrojo y oculta su sorpresa al ver una multitud de hombres europeos que, desde el 25 de ese mes de septiembre se habían refugiado allí, en donde también se encontraban resguardados ya el oro, ya la plata, miles de alhajas, provisiones de harinas, maíz, por órdenes del propio Riaño. Esta medida despertó el enojo de campesinos, habitantes y mineros de Guanajuato que se sintieron traicionados y aún de los propios criollos y de las autoridades municipales. En sus cálculos, Riaño resistiría en tanto llegara el general Félix María Calleja. En las calles y en los cerros, hombres pobres armados con palos y piedras e instrumentos de labranza y minería esperaban el desenlace aunque por esos últimos acontecimientos se contagiaba el espíritu de libertad propalado por el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla. El pueblo siempre estuvo con el cura y Riaño también lo supo.
El intendente, presionado en el exterior por la muchedumbre de que los había dejado solos, expuestos al ataque insurgente y muertos de hambre y, presionado al interior por los europeos que exigían les garantizara la vida a ellos y a sus familias así como sus fortunas, no quiere compartir responsabilidad única y manda llamar a todos los extranjeros y a los oficiales de tropa que se encontraban en el interior de la Alhóndiga e hizo que el mensajero del cura Hidalgo leyera el correo en voz alta:


Es Don Ignacio Camargo, seguro, quien extiende el papel y con su voz de enojo, fiel al momento, da la advertencia sin titubeos: "Que el numeroso Ejército que comandaba Hidalgo lo había aclamado en los campos de Celaya Capitán General de América, y que aquella ciudad, con su Ayuntamiento, lo había reconocido por tal, y se hallaba autorizado bastantemente para proclamar la independencia que tenía meditada; porque siéndole para esto, obstáculos los europeos, le era indispensable recoger á cuantos existían en el reino, y confiscar sus bienes; y así, le prevenía se diese por arrestado con todos los que le acompañan, a quienes trataría con el mejor decoro, y de lo contrario entraría con su Ejército a viva fuerza, sufriendo el rigor de la guerra". Al calce del oficio decía al intendente, que "la amistad que le había profesado le hacía ofrecerle un asilo seguro para su familia en un evento desgraciado" (1).

Eran los días de los inicios del otoño, entre aires frescos e intensos rayos del sol. Con claros en los cielos azules y con nubosidad que de momento oscurecía zonas de la ciudad. En las afueras de Guanajuato estaba el cura Hidalgo, vestido con falda larga y de color negro, hablando detalles con José Mariano Abasolo, y a un lado Ignacio Allende. En ese momento todos sus seguidores de la insurgencia y los líderes estaban listos para el ataque, confiados: días atrás, habían recorrido casi 300 kilómetros y no se registró un solo enfrentamiento. Por el contrario, la causa insurgente en su mejor momento obteniendo legua a legua la sumatoria de gente.

Una vez leída la advertencia el teniente Ignacio C. enrolla y guarda el mensaje, simulando que todo está dicho y los presentes allí, voltean hacia donde se encontraba el intendente Juan Antonio Riaño, quien, camina unos pasos, como acercándose al grupo de europeos y oficiales y, entre Camargo, que atento está para llevar la respuesta puntual a Hidalgo. Riaño respira profundo y alzando la voz, matiza su mensaje:

"Señores, ya ustedes han oído lo que dice el cura Hidalgo; trae mucha gente, e ignoramos su número, como también si trae artillería, en cuyo caso es imposible defendernos… Yo no tengo temor ninguno, pues estoy pronto á perder la vida en compañía de ustedes; pero no quiero crean intento sacrificarlos a mis particulares ideas. Ustedes me dirán las suyas que estoy pronto a seguirlas" (1).

Después del profundo silencio, los ojos de los portadores de la negociación, Camargo y Riaño, clavan sus miradas en los primeros que comienzan a hablar: retador, se escucha el grito "No hay que rendirse…vencer o morir", lo que despertó más gritos de apoyo. El intendente entendió el mensaje de los europeos presentes y, para concluir la sesión, expresó: no reconocemos otro capitán General que al Virrey D. Francisco Javier Venegas.

Camargo, con la diplomacia del caso, abandona la Alhóndiga y va a rendir el parte final al cura Hidalgo. Poco antes de que el correo llegara ante su general, Hidalgo, Allende, Jiménez y el propio Abasolo y la muchedumbre vieron a lo lejos a un soldado realista colocar en la parte alta del palacio de maíz la bandera de guerra… un suspiro colectivo pareció esparcirse por doquier: mucha sangre correría y solamente faltaban unos minutos para que comenzara el ataque y la defensa.

En el interior, el intendente Riaño colocó la tropa en las trincheras, y el resto con los europeos: parte en la plazoleta de la Alhóndiga, y parte en la azotea. También formó la caballería dentro de las trincheras, distribuyó las municiones, todos, hasta algunos sacerdotes, en espera del ataque, solo la espera. Habló también con su hijo, le delegó tarea y le dio su bendición.


En los cerros cercanos a la Alhóndiga los pobres ya estaban provistos de piedras y palos. Piedras, las más. Incluso hubo proveedores de piedras. Gentes que acercaban piedras a los tiradores con honda y a mano. Otros quebrando piedras.

Como un espectáculo nunca visto, irrepetible, Don Miguel Hidalgo entra a la cabeza del contingente, portando el estandarte de la Virgen de Guadalupe y del Arcángel San Miguel que se bordó días atrás por las hermanas de los Aldama. Era una marcha triunfal. Era la una de la tarde. Historiadores como Francisco Antunez Echegaray describen aquello como una turba confusa de muchos indios honderos, flecheros y garroteros. Otros con lanza y machete y muy pocos con fusiles. A ellos se les unieron los mineros, en especial de la Valencia, motivados por D. Casimiro Chowell, quien se cree que estaba de antemano de acuerdo con Hidalgo (2)

Por algunas ventanillas de la Alhóndiga los españoles fueron los primeros en hacer fuego y, de inmediato, cayeron muertos tres indios. Y visto esto por el Ejército insurgente se divide en dos trozos: hombres a pie y a caballo toman detrás de Pardo para subir al cerro de San Miguel, bajando los primeros por el punto que llaman el Venado, y los segundos por la calzada de Las Carreras. El otro trozo de a pie tomó por detrás la Hacienda de Las Flores, para subir al Cerro del Cuarto.

El contraataque de los insurgentes fue una lluvia de piedras, tanto que a los pocos minutos los patios de la Alhóndiga formaron un tapiz que logró enorme desconcierto al interior, en la que se encontraban familias europeas abrazadas, llorando, orando. La segunda acción de los insurgentes fue liberar a los presos de delitos menores y a más de 50 criminales, todos ellos corriendo hacia el edificio resguardado.

A los treinta minutos de fuego, ataques con piedras y hondas y flechas, las trincheras estaban llenas de muertos y la caballería de españoles quedó descubierta y, en el griterío, los corajes, entre heridos de muerte, entre ríos de sangre, se escucha desde el interior de la Alhóndiga la retirada y pocos soldados se repliegan. De un vistazo Riaño ve que el centinela ha abandonado su puesto y su fusil. Él lo toma y comienza a disparar. A lo lejos, sin que el intendente se diera cuanta, un cabo de Celaya lo ve derribando indios, se coloca en posición de disparo, lo pone en su mira y, su bala entra en el ojo izquierdo del defensor Riaño y, la misma bala descalabra a un cabo del batallón de Guanajuato que estaba a sus espaldas.

De inmediato los soldados que estaban a su alrededor recogieron su cadáver y lo colocaron en el cuarto número dos: allí, aferrado a su cuerpo, su hijo Gilberto Riaño lloró y tomó la pistola para matarse, pero los que lo acompañaban ofrecieron ponerlo en el frente para que se vengara y morir con dignidad. El pánico estaba en todos los cuartos de la Alhóndiga. Los presentes ya no querían fortunas sino salvar sus vidas.

Muerto Riaño se cerró la Alhóndiga y los insurgentes con Hidalgo al frente intentaban por todos los medios posibles penetrar al edificio, haciendo barrenos o tratando de escalar.

Es en este momento, cercano a las dos de la tarde, es cuando emergen en los más diversos relatos de la figura del Pípila, de Juan José de los Reyes Martínez, quien con una loza a la espalda y reata al pecho y antorcha encendida se acerca a la puerta principal para incendiarla, a petición de Hidalgo (3).

Cercano El Pípila a la entrada, muchos españoles se gritan rendidos, unos más arrojan monedas a los atacantes; otros abandonan las armas. El desorden y la confusión se apoderó de los defensores, y alguien, a gatas, izó, demasiado tarde, la bandera de la paz, pero el hecho no fue observado por algunos españoles que, lo mismo que Gilberto Riaño, seguían atacando, lo que enfureció a la masa que, al unísono, gritó: "traición, traición", se unieron al esfuerzo de El Pípila.

Más indios, más pípilas se sumaron a la puerta principal, acercando ocote y más brea. Cuando mucho, la puerta tardaría en convertirse en cenizas hora y media. Y ya, con los insurgentes adentro, indios, mineros, campesinos, y pueblo en general tuvo de rodillas a soldados realistas, a gachupines y a sacerdotes, quienes pedían clemencia en medio de súplicas y de lágrimas, atención que no fue atendida: se comenzó a matar a cuanto se encontraba. No hubo salida ni escapatoria. Muchos eran rematados con lanzas, otros ahorcados con hondas. Eran pisoteados y las ropas de los moribundos europeos eran desprendidas a tirones.
Cinco de la tarde. Cuatro horas de batalla sangrienta había terminado. Según los partes murieron ciento cinco españoles y un número similar de soldados del batallón. De los indios murieron muchos y fueron enterrados durante la noche pegado al río. Al otro día se enterraron otros cincuenta hombres en la parroquia y unos más en San Sebastián.

Cadáveres que quedaron alrededor de la Alhóndiga eran arrastrados hasta el camposanto de Belén. Y mientras esto pasaba en los alrededores de este edificio se generó una turba incansable que saqueó las tiendas de ropa, haciendas de plata y el libertinaje prosiguió hasta la madruga de aquel sábado.

Los primeros rayos del sol de ese 29 de septiembre, con un aire fresco y con olores irreconocibles, Guanajuato amaneció distinto: unas cuarenta tiendas ya no estaban. Los indios comían dulces, otros vendían valiosas piezas como baratijas. Miles y miles contaban cada quien su historia.

Apaciguado aquello el cura Hidalgo en su caballo negro y su catre en ancas se dirigió al cuartel de San Pedro (4), mientras que el cadáver del intendente Riaño estuvo dos días expuesto a la mofa de los vencedores (5). El cura procedería a elaborar cañones, a cargo de Rafael Dávalos, en virtud de que Eduardo Tresguerras nunca le dio la cara a Miguel Hidalgo, no obstante la petición expresa (6).

martes, 10 de noviembre de 2009

DON BENITO JUÁREZ GARCÍA

Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al Derecho ajeno es la paz.
Benito Juárez García nació el 21 de marzo de 1806 en el pueblo de San Pablo Guelatao, en el estado de Oaxaca. Fue hijo de Marcelino Juárez y Brígida García dos indios de raza zapoteca que vivían en la pobreza.
Quedó huérfano a los 4 años y fue cuidado por un tío que lo puso a cuidar un rebaño de ovejas. Cuando tenía más o menos 12 años, huyó temeroso por el castigo que le iba a dar su tío al darse cuenta que una de las ovejas se había perdido. Así llegó a la ciudad de Oaxaca, sin saber leer, escribir o hablar español.

En Oaxaca encontró a su hermana Josefa, quien trabajaba sirviendo a la familia de Antonio Maza, padre adoptivo de la que más tarde sería su esposa, Margarita Maza y recibió la protección de Antonio Salanueva, quien le enseñó a leer y escribir y deseaba que Juárez fuera sacerdote.

Ingresó al Seminario de la Santa Cruz y después en el Instituto de Ciencias y Artes donde se tituló como abogado.

Defendió los derechos de las comunidades indígenas e inició su carrera política como regidor del ayuntamiento de Oaxaca, fue maestro, diputado local y federal, juez de lo civil y en 1847, gobernador de Oaxaca.

Perteneció al grupo de liberales que pretendían hacer modificaciones a la Constitución Política y elaborar leyes sobre todo enfocadas a lograr la autonomía y soberanía de México, asunto con el cuál los conservadores no estaban muy de acuerdo.

Durante el gobierno de Santa Anna fue encarcelado y deportado a Nueva Orleáns, en donde, desempeñó diversos oficios para ganarse la vida, mientras en México se proclamó el Plan de Ayutla que desconocía a Santa Anna como presidente. En su lugar fue nombrado Juan Álvarez, quien designó a Benito Juárez como Ministro de Justicia e Instrucción Pública.

Juárez elaboró la Ley Juárez, que quitaba a los militares y al clero (iglesia) varios de los privilegios que tenían. Fue reelecto como gobernador de Oaxaca y promulgó la Constitución de 1857.

Fue ministro de Gobernación y posteriormente, presidente de la Suprema Corte de Justicia, durante el gobierno del presidente Comonfort , quien desconoció la Constitución de 1857 y encarceló a diversos ciudadanos, entre ellos Juárez, lo que desencadenó la Guerra de Reforma.

Al ser liberado, en 1858, asumió por primera vez la presidencia, la que conservó hasta 1872.

En julio de 1859, expidió las Leyes de Reforma, que declaraban la independencia del Estado respecto de la Iglesia, la ley sobre matrimonio civil y sobre registro civil; la de panteones y cementerios y decretó el paso de los bienes de la iglesia a la nación y en mayo de 1863, durante la intervención francesa, tuvo que dejar la ciudad de México, ejerciendo su gobierno desde diferentes puntos del país.

Regresó a la ciudad de México el 15 de julio de 1867, después de que el emperador Maximiliano fue juzgado y fusilado y en su discurso del triunfo de la República dijo en un discurso su célebre frase "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz".

En octubre de 1867, nuevamente fue reelecto presidente de la República y se dedicó a organizar la situación económica del país y en 1871, Porfirio Díaz se opuso a la reelección de Juárez, mediante el Plan de la Noria, pero aún así, fue reelecto nuevamente aunque no pudo concluir su periodo, porque murió el 18 de julio de 1872 en la ciudad de México.

Por el ejemplo que dio a otros países latinoamericanos por su lucha y defensa de las libertades humanas, fue proclamado Benemérito de las Américas.

viernes, 6 de noviembre de 2009

LUNA DE OCTUBRE

DICEN QUE DE LAS LUNAS, LA DE OCTUBRE ES MÁS HERMOSA, PUES BUENO, DEBIDO A ESO SALI A TOMARLE UNAS CUANTAS FOTOS, HE AQUÍ UNA DE ELLAS.
La luz de la luna en octubre se intensifica. De las lunas la de octubre es más hermosa, así dice la canción popular, de los años cincuenta, de José Antonio Michel. Y que con sus notas nos remota a esos años, pero no solo al tiempo ido, sino al recuerdo también de la imagen de la luna, que en su soledad inmensa, nos da luz, luz fría, pero que en estas noches frescas, como son las noches de octubre, noches de otoño, noches transparentes, limpias, bañadas por la lluvias recientes, nos invita a su contemplación..
La luna refleja la luz del sol, no tiene luz propia, no tiene vida, no tiene alma, pero San Francisco de Asís según la tradición, no lo creía así, hablaba de ella como su hermana, su hermana luna y también del sol como su hermano sol.


Como reflejo de la luz del sol, ella por si sola es capaz de inspirar al poeta, al escritor, al compositor de música, para que a través de ellos, de sus palabras y sus notas musicales nos induzcan a las evocaciones, a los recuerdos, a los sueños, a las ensoñaciones. A expandir de vida al espíritu. Ya el poeta Amado Nervo al hablar del amor, decía en uno de sus versos que “la noche que me quieras será de plenilunio".


El día que me quieras

El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cristalinas
el día que me quieras.

El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.

Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!

Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.

El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa; cada arrebol, miraje
de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.

El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.


Octubre es el mes de las noches frescas que es acompañado con una luna en su color más bello e intenso que en la soledad de la inmensidad de la noche alumbra con la luz fría, luz que le robo al sol y que nos transmite en esas noches de azul oscuro, para que evoquemos los sueños y soñemos despiertos, y para que nos acompañe en el sueño reparador, En los sueños agradables, pero también en las mismas pesadillas.
La luna es de la noche, de la profundidad, del inconsciente es compañera de insomnios y de la soledad; pero también del amor y del placer. La luz de la luna no ciega, apenas alumbra, pero al dar su luz de penumbra, permite que, la luz interna se pueda intensificar y podamos ver lo que la luz del sol esconde. Es algo perenne que sabemos esta siempre ahí, en el cielo, cambiante como ella, con sus ciclos, como la vida misma, nace, se hace plena, renace. Las noches de luna llena son evocadoras de sortilegios

jueves, 5 de noviembre de 2009

TIEMPOS DE NIÑO! (HOMENAJE A MIS MAESTROS)




¿Cómo olvidar a mis maestros?, particularmente a los de la escuela primaria, ellos dejan una especial huella en nuestra vida, una huella que, a pesar del tiempo sigue indeleble durante toda la vida, y no sé, quizá más allá, y es que son ellos quienes te van formando y haciendo que florezca en tí ciertos sentimientos, ideales, hábitos, en fin, te dejan "marcado" para toda la vida, hoy viene a mi mente particularmente uno de ellos, el profe Roberto, así nada más le voy a recordar, sin apellido, aún cuando sí lo conozco, y viene a mi memoria él particularmente al ver este mundo nuestro, que después de al menos 32 años sigue igual o poquito peor en relación al odio, a la envidia, a todos esos sentimientos que el hombre (y la mujer) desarrollan para con sus semejantes, y digo " después de al menos 32 años" porque es ese tiempo el que a transcurrido desde que el profe Roberto nos enseñara el siguiente poema, un poema que habla de la falta de amor entre los humanos, y de como llamamos "locos" a quienes se preocupan por brindar algo de si a los demás, sin esperar nada a cambio, he aquí el poema, con un agradecimiento al profe Roberto, por habernoslo mostrado en cuarto grado de primaria, y haber, con esto, sembrado algo positivo en nuestras infantiles mentes.




SEMBRANDO



De aquel rincón bañado por los fulgores
del sol que nuestro cielo triunfante llena;
de la florida tierra donde entre flores
se deslizó mi infancia dulce y serena;
envuelto en los recuerdos de mi pasado,
borroso cual lo lejos del horizonte,
guardo el extraño ejemplo, nunca olvidado,
del sembrador más raro que hubo en el monte.


Aún no se si era sabio, loco o prudente
aquel hombre que humilde traje vestía;
sólo sé que al mirarle toda la gente
con profundo respeto se descubría.
Y es que acaso su gesto severo y noble
a todos asombraba por lo arrogante:
¡hasta los leñadores mirando al roble
sienten las majestades de lo gigante!


Una tarde de otoño subí a la sierra
y al sembrador, sembrando, miré risueño;
¡desde que existen hombres sobre la tierra
nunca se ha trabajado con tanto empeño!



Quise saber, curioso, lo que el demente
sembraba en la montaña sola y bravía;
el infeliz oyóme benignamente
y me dijo con honda melancolía:
—Siembro robles y pinos y sicomoros;
quiero llenar de frondas esta ladera,
quiero que otros disfruten de los tesoros
que darán estas plantas cuando yo muera.



—¿Por qué tantos afanes en la jornada
sin buscar recompensa?— dije. Y el loco
murmuró, con las manos sobre la azada:
—«Acaso tú imagines que me equivoco;
acaso, por ser niño, te asombre mucho
el soberano impulso que mi alma enciende;
por los que no trabajan, trabajo y lucho;
si el mundo no lo sabe, ¡Dios me comprende!


»Hoy es el egoísmo torpe maestro
a quien rendimos culto de varios modos:
si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro.
¡Nunca al cielo pedimos pan para todos!



En la propia miseria los ojos fijos,
buscamos las riquezas que nos convienen
y todo lo arrostramos por nuestros hijos.
¿Es que los demás padres hijos no tienen?...
Vivimos siendo hermanos sólo en el nombre
y, en las guerras brutales con sed de robo,
hay siempre un fratricida dentro del hombre,
y el hombre para el hombre siempre es un lobo.
»Por eso cuando al mundo, triste, contemplo,
yo me afano y me impongo ruda tarea
y sé que vale mucho mi pobre ejemplo
aunque pobre y humilde parezca y sea.
¡Hay que luchar por todos los que no luchan!
¡Hay que pedir por todos los que no imploran!
¡Hay que hacer que nos oigan los que no escuchan!
¡Hay que llorar por todos los que no lloran!
Hay que ser cual abejas que en la colmena
fabrican para todos dulces panales.
Hay que ser como el agua que va serena
brindando al mundo entero frescos raudales.



Hay que imitar al viento, que siembra flores
lo mismo en la montaña que en la llanura,
y hay que vivir la vida sembrando amores,
con la vista y el alma siempre en la altura».
Dijo el loco, y con noble melancolía
por las breñas del monte siguió trepando,
y al perderse en las sombras, aún repetía:
—«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando!...»


Marcos Rafael Blanco Belmonte.